De acuerdo a nuestros antecedentes, después que José María de la Jara y González Barriga se avecindara en Arequipa, formando junto a Manuela Alvizuri, la familia de la Jara en Perú, distintos personajes con este apellido tuvieron apariciones públicas como políticos, juristas y literatos. Entre otros podemos señalar a don José María de la Jara y Alvizuri, Ministro de Economía del Perú hacia 1873, su nieto José María de la Jara Ureta, literato y candidato a la presidencia del Perú en la década del '30, y José María de la Jara Ureta ( hijo del anterior JM de la Jara Ureta), quién fue Ministro del interior durante el Presidente Belaúnde en los años 80.
Mención especial merece también don Luis de la Jara, literato, fundador del diario ''Noticias'' de Arequipa, de él escribió Borges
''Luis de la Jara, de escribir
Dejara y nadie lo notara:
Y así pudi érase decir:
Escribiría De la Jara
Mejor si de escribir dejara
Porque de Jara nos vivir!
(TR, 316.)''
Adolfo de la Jara (Arequipeño) 1850 - Combatió por Perú en la Guerra del Pacífico, murió en la Batalla de Miraflores en 1881.
LASTENIA LARRIVA Y NEGRON
POETISA.- Nació en Lima hacia 1850, en hogar acomodado pero no rico, formado por Pedro Luis de Larriva y Lavayen y Ascención Negrón. “Desde su más tierna infancia sintió que la inspiración desbordaba su mente y componía versos, pero conservaba en secreto su pasión literaria. Tenía carácter vehemente y apasionado, y belleza que la hacía notable en los salones de las más escogida sociedad limeña”.
A los veinte años viajó al Uruguay donde permaneció algunos meses y al regresar a Lima conoció en el barco al joven Adolfo de la Jara, natural de Arequipa, con quien contrajo matrimonio en 1872 y tuvo cinco hijos; pero en 1877 comenzaron sus pesares, pues falleció de infección intestinal su hijita Adriana y un año después estalló la guerra del Pacífico y su marido se alistó en las fuerzas peruanas que fueron a combatir al invasor chileno, hallando gloriosa muerte en la batalla de Miraflores, donde se perdió lo más granado de la juventud del Perú. Entonces la viuda tuvo que trabajar, encontrando en el piano el recurso eficaz para atender a los apremiantes requerimientos de la subsistencia. Un año después, mientras cruzaba en tranvía las calles de Lima, al detenerse el vehículo subió un caballero de buen porte, que tomó asiento a su lado. Sus miradas su cruzaron y fue el amor. Pocas cuadras después descendió ella y fue seguida a prudente distancia, hasta que subió a su casa. Luego se encontraron en la Iglesia, en el teatro y una tarde fue visitada y quedó encantada al saber que su misterioso admirador era el poeta guayaquileño Numa Pompilio Llona y Echeverri, célebre autor de “La Odisea del Alma” y ex diplomático del Perú ante numerosos gobiernos de Europa, a quién ella conocía y adoraba por sus versos. El era viudo de Enriqueta Marchena y Bentín, sobrina-nieta del gran repúblico lojano Miguel Riofrío y sentimental poetisa y prosadora de primera, ella misma.
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Federico Salmón de la Jara
Nació el 17 de febrero de 1911. A los 15 años de edad se presentó a la Escuela Naval del Perú como cadete de primer año. Al graduarse en enero de 1932 de alférez de fragata, dio comienzo a su carrera de oficial de Marina, en la que cumpliría una brillante trayectoria de 45 años en el servicio activo y, ya en el retiro, continúa sirviendo al país desde el Instituto de Estudios Histórico Marítimos del Perú.
El destino lo llamó a desempeñar roles protagónicos en los que dio ese plus de entrega que distingue al hombre superior. En 1959, condujo de Inglaterra al Callao el recién adquirido crucero BAP Almirante Grau, antes HMS Newfoundland. En 1968, el Gobierno le encomendó reorganizar la Compañía Peruana de Vapores. En 1973, al concluir su gestión, dejaba una entidad exitosa y productiva con una moderna flota de más de 12 unidades, y nuevos tráficos de operación: la bandera peruana estaba presente en todos los mares del mundo.
La nave más relevante bajo su comando fue la Historia Marítima del Perú, monumental obra en la que el Mar es el Gran Personaje. En1963, con Luis Felipe Villena, propiciaron la creación de la Comisión para Escribir la Historia Marítima del Perú. Un selecto grupo de científicos, historiadores y marinos pusieron manos a la obra y en 1972 salía a la luz el primer tomo; a la fecha se han publicado 24 v. En 1973 la Comisión dio paso a lo que ahora es el Instituto de Estudios Histórico Marítimos del Perú, del cual es su presidente honorario y vitalicio.
El 15 de marzo ha sido presentado en el Centro Naval del Perú el libro: “Federico Salmón de la Jara, marino y caballero ejemplar” que el Instituto de Estudios Histórico Marítimos del Perú publica en homenaje de su fundador. El día 13, don Federico había sido condecorado con la Orden El Sol del Perú en el Grado de Gran Cruz, por su trayectoria profesional dedicada a la defensa del patrimonio e intereses nacionales en el ámbito marítimo, fluvial y lacustre. El Canciller de la República manifestó que Don Federico representa los mejores valores de su institución y del Perú entero.
El libro reúne trabajos eruditos y tambièn testimonios personales que relievan las cualidades de líder, de honestidad, caballerosidad y bondad del almirante Salmón.
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Leopoldo de la Jara Molina nació en Lima en 1947. Economista, consultor freelance en Banca y Finanzas, articulista y viajero incansable, estudió en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de San Marcos, y posteriormente efectuó diversos estudios de especialización en Italia y México.
En el desempeño de su trabajo como Consultor, ha tenido la oportunidad de recorrer numerosos países de América y Europa, así como muchas ciudades y rincones del Perú, donde ha podido apreciar las diversas formas de expresión que se muestran y analizan en el Libro "El ojo del buen cubero", Editorial Matalamanga, Lima, 2006, del cual es autor. Involucrado en el manejo del lenguaje bancario y financiero, ha sido articulista del suplemento especializado Economía & Derecho del Diario El Peruano. Durante los últimos años ha volcado su experiencia en temas de Microfinanzas, lo que lo ha llevado a viajar inténsamente, sobre todo por el Perú, recorriendo muchos poblados de la costa, sierra y selva.
Leopoldo escribe sobre el "Karamanduka"
El glorioso Karamanduka
Hasta ahora no se ha podido establecer en Lima un lugar que sea capaz de repetir la inolvidable atmósfera que se creó en el Karamanduka, donde se rendía verdadero y fervoroso culto a nuestra música criolla. La singularidad del Karamanduka, fundado en 1956, no solo se debía a la innegable calidad de los artistas que entonces se presentaban -Lucha Reyes, La Limeñita y Ascoy, el conjunto Fiesta Criolla, entre otros-, ni tampoco a la sazón de la cocina siempre dispuesta a servir sabrosísimos platos. Tampoco se debía a las numerosas caricaturas políticas y graffitis que adornaban sus paredes, ni a la presencia persistente de los criollos de siempre. Era todo en su conjunto lo que hacía de este lugar un verdadero santuario del criollismo. Era mucho más que una peña, mucho más que un restaurante criollo, mucho más que una sala de baile. Solo en el Karamanduka podía suceder que, de pronto, cuando el ambiente estaba en su punto, se lanzaba a la palestra un espontáneo a salpicar la música con las cucharas o el cajón, o algún aficionado se atrevía a cantar a capella, o algún otro lanzaba una copla o contaba un sabroso chiste.
La fundadora del Karamanduka –a la sazón, tía de quien esto suscribe- fue Piedad de la Jara Loret de Mola (1903-2000), “Pity” para los íntimos, cuyo carisma y simpatía la convertían en la anfitriona sin par de las alegres noches de jarana. A propósito, cabe recordar una frase, muy familiar para mí, atribuida, si no me equivoco, a Nicomedes Santa Cruz: “De la Jara a la jarana hay solo un paso, sea usted un señor De la Jarana”.
Al Karamanduka concurría “todo Lima”, siendo el local más recordado el que se ubicaba en la cuadra 18 de la avenida Arenales. Otros locales fueron abiertos en paralelo, pero debieron cerrar sucesivamente debido a que no existía la menor idea de “manejo del negocio”, por un lado, y a la imposibilidad de reemplazar a Piedad de la Jara que era, sin duda, el alma del Karamanduka.
En su “segunda fase” (viene muy a cuento la expresión), después de que la administración del local de Arenales fuera tomada por el personal de servicio -durante la época de Velasco-, se abrió un nuevo local en Barranco. Este se trasladó luego a la avenida Benavides, en Miraflores, y por último regresó a Barranco, pero esta vez se ubicó en una zona cercana al antiguo zoológico, donde funcionó, si no me equivoco, hasta 1998.